“TESTAMENTO DE UN PIELROJA. LA CARTA DEL GRAN JEFE SEATHL

¿CÓMO SE PUEDE COMPRAR EL CIELO O LA TIERRA?

En 1885, el gobierno norteamericano propuso a la tribu Dwanwish, del estado de Washington, la compra de sus tierras. El jefe Seathl dirigió una hermosa carta al presidente franklin K. Plearce, cuyo texto reproducimos (Grupo Ecologico de la Universidad del Tolima, octubre de 1985, Ibagué - Colombia)."

El gran jefe en Washington manda palabras: él desea comprar nuestra tierra. El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranza. Esto es muy amable de su parte, ya que nosotros sabemos que él tiene muy poca de necesidad de nuestra amistad. Pero nosotros tenemos en cuenta su oferta, porque nosotros sabemos que si no lo hacemos así, el hombre blanco vendrá son sus pistolas y tomará nuestra tierra. Lo que el jefe Seathl dice es que el Gran Jefe en Washington puede contar con las palabras del jefe Seathl como que el Gran Jefe en Washington puede contar con el retorno de las estaciones. Mis palabras son como las estrellas. Ellas no se ocultan. ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada porción de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada espina de brillante pino, cada orilla arenosa, cada bruma en el oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto es sagrado en la memoria y en la experiencia de mi gente.

Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende nuestras costumbres. Para él un pedazo de tierra es igual a otro; porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemigo, y cuando ha conquistado, sigue adelante. Deja las tumbas de sus padres atrás y no le importa, secuestra la tierra de sus hijos. A él no le importa. Las tumbas de sus padres y los derechos de nacimientos de sus hijos son olvidados. Su apetito devorará la tierra y solo dejará atrás un desierto. La vista de sus ciudades duele en los ojos del hombre pielroja.
Pero, tal vez porque el hombre pielroja es un salvaje y no entiende….

No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades de los hombres blancos. Ningún lugar para escuchar las hojas de la primavera o el susurro de las alas de los insectos. Pero, tal vez es porque yo soy un salvaje y no entiendo. El ruido solo parece insultar los oídos.
Y, que queda de la vida si el hombre no puede escuchar el hermoso grito del pájaro nocturno o los argumentos de las ranas alrededor de un lago en la noche? El Indio prefiere el suave sonido del viento horadando la superficie de un lago, el olor del viento lavado por la lluvia de mediodía o la fragancia de los pinos. El aire es valioso para el hombre pielroja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración: las bestias, los árboles, el hombre. El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre que muere por muchos días, es indiferente ante la hediondez.

Si decido aceptar, pondré una condición. El hombre blanco deberá tratar las bestias de esta tierra como hermanas. Yo soy un salvaje y no entiendo otro camino. He visto miles de búfalos, pudriéndose en las praderas, abandonados por el hombre blanco que pasaba en el tren y los mataba. Yo soy un salvaje y no entiendo como el caballo de hierro que fuma puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos solo para sobrevivir. Qué es el hombre sin las bestias? Si todas las bestias desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad en el espíritu, porque cualquier cosa que le pase a las bestias también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la tierra herirá también a los hijos de la tierra.

Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristezas y contaminan sus cuerpos con comidas dulces y bebidas fuertes. De poca importancia será el lugar donde pasemos nuestros días no quedan muchos. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos, y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez quedará para lamentarse ente las tumbas de una gente que otrora poderosa y tan llena de esperanzas como ustedes. Una cosa nosotros sabemos que el hombre blanco que es dueño de El, así como el Dios del hombre. Y su compasión es igual para el hombre blanco y el hombre pielroja. Esta tierra es preciosa para El, y hacerle daño a la tierra es amontonar desprecio en torno a su creador.

Los blancos también pasaran, tal vez más rápido que otras tribus. Continúe contaminando su cama y alguna noche terminara asfixiándose en su propio desperdicio. Cuándo los búfalos sean todos masacrados, los caballos salvajes amansados, y los rincones secretos de los bosques inundados por el aroma de muchos hombres, y de la vista de las montañas repleta de esposas habladoras, ¿en donde estará el matorral? Desaparecido. ¿En donde estará el águila? Desaparecida. Y ¿qué es decir adiós a los prados y a la caza, el fin de la vida y el comienzo de la subsistencia? Nosotros tal vez entenderíamos si supiéramos que es lo que hombre hombre blanco sueña, que esperanzas le transmite a sus niños en las noches largas de invierno, que visiones le queman la mente para que puedan desear el mañana. Pero, nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros. Y porque tales sueños están escondidos, nosotros iremos por nuestro propio camino.

Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reservación que se nos ha prometido.

Allí tal vez podremos vivir como deseamos los pocos días que nos quedan. Cuando el ultimo pielroja haya desaparecido de la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas tierras aún albergaran el espíritu de mi gente, porque ellos aman esta tierra como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Si nosotros les vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes el recuerdo de la tierra, tal como este cuando ustedes la tomen y con todas sus fuerzas, con todo su poderío, y con todos corazones, consérvela para sus hijos, y ámenla así como Dios nos ama a todos. Una cosa nosotros sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios de ustedes. Esta tierra es preciosa para El. Aún el hombre blanco no puede quedar excluido de un destino común.


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